Supongamos que es lunes y tienes fiesta. Supongamos que hace frío, pero luce el sol. Supongamos que tras muchos días de 'trabajo de mesa' el ... cuerpo pide zapatilla. Pues allá vamos: un paseo desde el Antiguo a Pasaia que contiene muchas películas en uno. Y en la que al final aparecen hasta Beethoven y su Quinta.
Diez de la mañana. Ondarreta. Arrancamos hacia el Paseo de la Concha y la Zurriola. Estas mañanas de invierno las playas parecen recién lavadas, y la ciudad es una mezcla de jubilados de paseo, repartidores nerviosos y turistas ses: ya siempre hay visitantes galos en nuestro paisaje, sea el día del año que sea.
Ascendemos desde Sagüés por Manteo hasta Ulia por sus largas y escarpadas escaleras y primeras rampas. Hay montañeros que entrenan en estas escaleras para fortalecer piernas subiendo dos o tres veces seguidas. A mí me basta con una. Arriba las vistas de la ciudad compensan la ausencia de aire.
Optamos por la vía del camino de Santiago (en sentido inverso) en vez de la ruta más pegada al mar, que quizás esté embarrada. Y casi sin darnos cuenta llegamos al viejo campo de tiro al plato, con su bar tristemente fuera de uso. vanzamos hasta el cruce que lleva al sendero del Faro de la Plata, con el ruido de fondo de las gaviotas, como una banda sonora de Hitchcock. Y bajamos a San Pedro, más de tres horas después del inicio, con parada en el Bodegón Muguruza, el llamado Falcon Crest, siempre tan apetecible. Jamás supieron tan buenos un txakoli, su clásico de bonito con guindilla y el pintxo de chorizo cocido. Hace años, en vísperas de un San Sebastian Gastronomika, Andoni Luis Aduriz trajo a cenar aquí a los mejores cocineros del mundo y alucinaban de la gastronomía de verdad con la puesta de sol de la bahía pasaitarra de fondo.
Cruzamos en la motora a San Juan, rito cotidiana para los vecinos y siempre tan fascinante para los no habituales, y en una 'road movie' andada continuamos hacia Lezo y Errenteria, por la espalda del puerto, en paisajes que evocan un Blade Runner de chatarras y multitud de coches que aguardan su transporte por mar.
En Pasai Antxo cogemos el Topo de regreso, casi 20 kilómetros después del arranque del paseo, en esa estación en que desde el andén puedes dar la mano a los vecinos de los balcones pegados, y que siempre me evoca una imagen como de Shanghai. El viaje hasta el centro de Donostia confirma el estupendo servicio que da el Topo y lo bueno que será el Metro, cuando funcione, para verterbrarnos.
¿Cómo terminar un lunes festivo? Tras una buena ducha pongo rumbo al Kursaal: la Euskadiko Orkestra llena el auditorio con un programa en el que brilla la quinta sinfonía de Beethoven, ese monumento a la creatividad humana. En el Benta Berri de regreso (mis pies no daban para más) escucho a alumnos de Musikene comentar el concierto, tan redondo. Qué maravilla revivirlo en su conversación, culta y fresca. Un lunes puede ser maravilloso.
'Arquitectura emocional', Telmo y los otros Goya
Esta noche se entregan los premios Goya. Ya están lanzadas las quinielas, con 'As bestas', ese western a la gallega del gran Sorogoyen, como favorito, pero sin olvidar otras estupendas películas como 'Alcarràs' o 'Cinco lobitos' (lástima que Carlos Saura falleciera justo la víspera de recibur hoy su homenaje). Hay muchos guipuzcoanos en las candidaturas, y a algunos nos emocionaría especialmente el premio revelación a Telmo Irureta, el actor de Zumaia que supo hacer comedia con su propia discapacidad (no se pierdan el 'Sexberdinak' que aún rula por los escenarios con la no menos grande Aitziber Garmendia) y borda en 'La consagración de la primavera' una historia que habla de sexo y diversidad, y que evidencia que «discapacitados» somos todos.
Hay una categoría supuestamente menor que ahora, gracias a las plataformas, podemos disfrutar como si fuésemos académicos: la de mejor cortometraje. Y ahí hay dos historias de interés: 'Cuerdas', de Estibaliz Urresola, y la fascinante (y pienso que gran favorita) 'Arquitectura emocional 1959', de León Siminiani. Es un corto muy largo (media hora) que juega de manera original con la realidad y las ficciones en los barrios de Madrid en aquellos en que empezaba el desarrollismo y surge un amor que es como un Romeo y Julieta en mitad de un Plan General. La tienen en Movistar, por ejemplo.
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