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Viene el Salzburgo a Anoeta a jugar contra la mejor Real en veinte años, desde aquella que bajó de los Alpes para casi ganar la ... Liga en 2003. Austria no será hoy un país futbolístico –cosa distinta es su historia, ya que Viena fue el faro de este juego en la Europa de entreguerras–, pero parece que sale al encuentro de la Real en sus mejores momentos.
Fueron dos veranos en Austria, el de 2002 y el de 2003. Dos veranos inconscientemente felices, por motivos opuestos. Tras varias temporadas de decadencia, la Real se encomendó a Raynald Denoueix, que fue recibido como un desconocido pero era (y es) una eminencia del fútbol francés. Un año antes había ganado la Liga con el Nantes y era, junto a José Arribas y Jean-Claude Suaudeau, el gurú de una de las grandes escuelas del fútbol europeo: el 'jeu à la nantaise', el juego al estilo de Nantes, no muy conocido por aquí y, por tanto, desdeñado de salida, pero palabras mayores en Francia. Un fútbol centrado en el ataque y la inteligencia del juego, basado en el movimiento y la simplicidad de gestos. 'Vitesse, vitesse', era su grito más repetido en Zubieta para adiestrar a sus jugadores.
Denoueix eligió para la pretemporada Seefeld, un pueblo tirolés cerca de Innsbruck. Escogió un hotel muy apartado del núcleo urbano, en mitad de un bosque. Una declaración de intenciones para intuir su plan de trabajo: dos semanas de concentración sin un solo partido amistoso y con doble sesión diaria, al menos una de las dos siempre física, sin balón. El entusiasmo de los futbolistas por el diseño de la pretemporada distaba de ser desbordante.
El francés relativizó la dureza de la concentración. «Durante la quincena, también hubo un día de descompresión. ¡Ese día no comimos zanahorias ralladas!». Para pasar el rato allí arriba, Kovacevic pedía a los enviados especiales que le comprasen 'La Gazzetta dello Sport' en el pueblo. No le importaba que llegase con un día de retraso hasta allí.
Los futbolistas corrían en la pista de gravilla que rodeaba al lago, entre turistas que elegían Seefeld por sus rutas de senderismo. Denoueix trataba de ser didáctico con ellos: «No estoy aquí para hacerte correr, para pedirte que entrenes, estoy aquí para intentar tener ideas, para que se entiendan mejor. ¡No estamos aquí para mirar el reloj, nunca!». El francés consideró que aquello «fue razonable, podíamos confiar el uno en el otro. Si un jugador se hubiera desviado demasiado, los líderes lo habrían vuelto a poner en el camino correcto rápidamente». Y reconocía que «nunca tuve ningún problema. Solo teníamos problemas con el juego».
Algún paseo por el pueblo, una preciosidad pero sin tiendas para gastar, era todo el ocio al alcance de aquella plantilla salvaje liderada por Kovacevic, Karpin, De Pedro y Xabi Alonso. El verano de 2002, la primera de las dos concentraciones de la Real en Seefeld, fue determinante porque explotó Nihat. Los entrenamientos vespertinos en el campo del pueblo, justo bajo la rampa de saltos de esquí, fueron un espectáculo a cargo del turco, que marcó innumerables goles de todos los colores, que le abrieron la puerta a la titularidad como delantero, lejos de la banda, que por entonces parecía su sitio en el mejor de los casos. Fue el gran hallazgo de Denoueix, aunque a decir verdad aquel julio Nihat se descubrió solo. Se le caían los goles de los bolsillos.
Fue un verano feliz de forma inconsciente, porque nadie se imaginaba que ese equipo iba a luchar por el título de Liga. El siguiente verano también fue feliz de forma insconciente, pero por lo contrario, porque nadie se imaginaba que ese equipo iba a tener tantos problemas.
Fue el verano de la llegada de Lee Chun-Soo, un espectáculo en sí mismo con su cohorte de periodistas coreanos, y se trataba de preparar el asalto a la Champions. Aquella vez no hubo equipo austriaco de por medio. La Real cayó en un bombo con la Juventus, el Galatasaray y el Olympiacos. Los griegos también estaban de pretemporada en Seefeld.
Aquel equipo irrepetible es el anterior precedente de una clasificación para los octavos de la máxima competición continental. Jugó contra el Olympique de Lyon, un equipo impresionante en 2004 al que plantó cara hasta el final aunque perdió los dos partidos de la eliminatoria. El proyecto Denoueix se agotó allí mismo y el francés dijo adiós al final de temporada, con un triunfo en el Bernabéu en su último partido.
Fueron dos veranos inolvidables en un fútbol que ya no existe. Para el recuerdo también las peripecias de Gorka Reizabal como enviado especial a Seefeld. En pocos días se cumplirán ya cuatro años de su desaparición, aunque quiza siga volando entre las cimas de la cordillera del Karwendel que tan interesante le parecía.
Por lo que sea, a la Real se le cruza Austria en el camino a menudo. Además de correr en Seefeld y luego en Obertraun con Moyes, ha jugado en Salzburgo y Graz. Toca respirar aire de los Alpes y coger fuerzas para el partido decisivo de Milán el 12 de diciembre.
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