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El pontificado de León XIV, elegido nuevo obispo de Roma el pasado 8 de mayo, arrancó oficialmente este domingo con la celebración de la misa ... de inicio de su ministerio petrino en la plaza de San Pedro del Vaticano. Alrededor de 150.000 personas participaron en la ceremonia, entre ellas representantes de más de 150 países, 38 delegaciones ecuménicas y un buen número de líderes de diversas religiones, como judíos, musulmanes, hinduistas, budistas, entre otros credos. Nuestro país estuvo representado en la ceremonia por los reyes, Felipe VI y doña Letizia, por las vicepresidentas María Jesús Montero y Yolanda Díaz, además de por el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo. También había en la plaza de San Pedro un gran número de fieles españoles que siguieron el día anterior la procesión por las calles de Roma de tres pasos de la Semana Santa de Sevilla, Málaga y León con motivo del Jubileo de las Cofradías. Los asistentes a la ceremonia tuvieron que acceder a la zona del Vaticano a las 6:00 horas en medio de las enormes medidas de seguridad desplegadas por los 4.000 agentes que se ocuparon de que no se produjeran incidentes durante la misa.
En su homilía, León XIV recordó primero a su antecesor, Francisco, cuyo fallecimiento «llenó de tristeza nuestros corazones», para señalar a continuación que fue elegido nuevo obispo de Roma en el reciente cónclave «sin tener ningún mérito». «Con temor y trepidación» se dirigía ahora a los fieles «como un hermano que quiere hacerse siervo de su fe y de su alegría» y cuyas misiones principales serán «el amor y la unidad». Sus palabras fueron interrumpidas por un aplauso de los presentes, al igual que cuando había mencionado antes a Jorge Mario Bergoglio. Más adelante insistió el nuevo Papa en que su tarea no será nunca «atrapar a los demás con el sometimiento, con la propaganda religiosa o con los medios del poder», sino intentar «siempre y solamente amar como lo hizo Jesús».
Antes del comienzo de la ceremonia, León XIV recorrió la plaza de San Pedro y la anexa Vía de la Conciliazione en papamóvil. Era la primera vez que lo hacía desde que fue elegido obispo de Roma y aprovechó para saludar a los fieles, que enarbolaban banderas de multitud de países, y hacer detener en ocasiones el vehículo para acariciar a los bebés que algunas familias le acercaban levantándolos en brazos. Tras ese baño de multitudes, el peruanoestadounidense Robert Prevost, de 69 años, se dirigió junto a los patriarcas de las Iglesias orientales al sepulcro de San Pedro, situado bajo la basílica vaticana, para participar en un momento de oración frente al lugar donde se conservan los restos del apóstol. A continuación se unió a la procesión de cardenales que concelebraron la Eucaristía y que estaba encabezada por los diáconos que llevaban el palio y el Anillo del Pescador mientras en la plaza resonaba el imponente cántico gregoriano de las 'Laudes Rigiae'.
Tras las lecturas del Evangelio, que tuvieron lugar en español e inglés, se celebraron los ritos específicos del inicio del pontificado, como son la imposición a León XIV tanto del palio, una cinta blanca de lana que le identifica como pastor, como del anillo, muestra de su vinculación con Pedro. Los cardenales Dominique Mamberti, encargado de decir el nombre del nuevo obispo de Roma tras el anuncio del 'habemus papam' el pasado 8 de mayo, y Luis Antonio Tagle, fueron quienes entregaron a León XIV estos símbolos de su poder como nuevo líder de los 1.400 millones de católicos después del fallecimiento del Papa Francisco el pasado 21 de abril. En la ceremonia también tuvo lugar el rito de obediencia, prestado por tres purpurados en representación de todo el Colegio Cardenalicio y por varios representantes del Pueblo de Dios: un obispo, un presbítero y un diácono, un matrimonio y dos jóvenes. Lo hicieron igualmente los presidentes de las uniones masculinas y femeninas de los superiores generales en representación de los religiosos y las monjas, el jesuita Arturo Sosa y sor Oonah O'Shea.
La misión del sucesor de Pedro, subrayó León XIV en su homilía, debe ser «apacentar el rebaño sin ceder nunca a la tentación de ser un líder solitario o un jefe que está por encima de los demás, haciéndose dueño de las personas que le han sido confiadas». Tiene por el contrario que «servir a la fe de sus hermanos, caminando junto con ellos». En un texto en el que citó a San Agustín, inspirador de la orden religiosa a la que pertenece, y a León XIII, cuya histórica encíclica social, 'Rerum Novarum', le llevó a elegir el nombre de León XIV, el nuevo Papa manifestó que su «primer gran deseo» es el de construir una Iglesia «unida» que sirva de «fermento para un mundo reconciliado». «En nuestro tiempo, vemos aún demasiada discordia, demasiadas heridas causadas por el odio, la violencia, los prejuicios, el miedo a lo diferente, por un paradigma económico que explota los recursos de la tierra y margina a los más pobres», lamentó, mostrando la aspiración de los católicos de ejercer como «una pequeña levadura de unidad, de comunión y de fraternidad».
Para alcanzar ese objetivo León XIV tiene la esperanza de contar con el apoyo de las Iglesias cristianas «hermanas», con los fieles de otras religiones y con los «hombres de buena voluntad», de manera que pueda construirse «un mundo nuevo donde reine la paz». En ese camino no cabe «encerrarse en nuestro pequeño grupo ni sentirnos superiores», como tampoco imponer una «unidad» que «anule las diferencias». Hay en cambio que «valorar la historia personal de cada uno y la cultura social y religiosa de cada pueblo». En la parte final de su homilía, leída por muchos observadores como una suerte de programa de lo que pueda deparar su pontificado, el Papa peruanoestadounidense pidió construir una Iglesia «fundada en el amor de Dios y signo de unidad, una Iglesia misionera, que abre los brazos al mundo, que anuncia la Palabra, que se deja cuestionar por la historia, y que se convierte en fermento de concordia para la humanidad».
La misa con la que comenzó oficialmente el pontificado de León XIV congregó en la plaza de San Pedro a algunas de las personalidades más poderosas del mundo, entre ellos unos 50 jefes de Estado y de Gobierno. Aunque en esta ocasión no estuvo presente el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que acudió en cambio al funeral de Francisco el pasado 26 de abril, sí que participó su vicepresidente, el católico JD Vance, uno de los últimos políticos en ser recibidos por el anterior Papa antes de su fallecimiento, y el secretario de Estado, Marco Rubio. También estuvieron presentes el presidente ucraniano, Volódimir Zelenski, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, y la primera ministra y el jefe del Estado de Italia, Giorgia Meloni y Sergio Mattarella, respectivamente. Zelenski mantendrá hoy una audiencia con León XIV, que recibió antes de la misa a la presidenta de Perú, Dina Boluarte.
En sus palabras previas al rezo del Regina Caeli, equivalente el Ángelus durante el tiempo litúrgico pascual en que nos encontramos, el Pontífice recordó a las víctimas de la guerra en Gaza, destacando en particular cómo los supervivientes están siendo «reducidos al hambre». También tuvo palabras para los conflictos en Myanmar y la «martirizada Ucrania», donde «se espera finalmente que la negociación lleve a una paz justa y duradera».
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