Jokin Altuna, la hormiga campeona

Ni siquiera el mejor partido que Iñaki Artola ha jugado mano a mano en toda la cancha en su ya extensa carrera, acompañado de un 15-19 favorable, bastó para doblegarle. Pegó, dominó, remató, falló poco... No basta.

De apariencia frágil y tez blanca, Altuna III está hecho de granito y es tenaz como las hormigas trabajadoras. Hasta el punto de que se ha convertido en la hormiga campeona en el pueblo de las moscas, Amezketa, a cuyos vecinos se les conoce como 'euliak'.

Jokin Altuna volvió a extraer lágrimas, esta vez de alegría, de los ojos de sus seguidores más fieles. Los exprofesionales Eneko Galarza y Haritz los tenían humedecidos en el rebote. Seguro que los hermanos Zabala lloraron con la remontada. Luis Mari Elizalde, Joxemiel Ermina y Antton Goñi regresaron felices a casa.

Ganar una txapela manomanista, como Joxan Tolosa en 1989, ya es algo grande. Este pelotari guarda cuatro, las mismas que Aimar Olaizola y Atano III, cuyo reinado era anterior a la organización del torneo como tal. Por delante figuran solo Retegi II con once, Azkarate y Retegi I con seis y Martínez de Irujo con cinco.

La victoria por 22-19 en el Bizkaia supone asimismo poner fin a una racha de once años sin que nadie lograra dos títulos consecutivos. Suma asimismo nueve txapelas en las tres competiciones, ya que posee cuatro en el Cuatro y Medio y una en el Parejas.

Jokin Altuna ganó por primera vez la competición reina en 2018 en una final dominada con autoridad ante Olaizola II. Las otras dos txapelas llegaron con sendos 22-5, uno propinado a Rezusta en 2021 y otro a Laso en 2024. Sin embargo, había perdido las dos con resultado más apretado después de partir claro favorito. Jaka le superó 22-20 en 2020 y Elordi, 22-18 en 2023.

Iñaki Artola le llevó a una situación similar a las vividas en aquellas dos. Capaz de neutralizar un 10-3 adverso gracias a una remontada iniciada con la escapada del 10-4, el alegiarra se adueñó del juego a través de una combinación perfecta: derechazos atrás más remates bien elegidos y certeros. El gancho le funcionó a la perfección, hasta el punto de que le proporcionó nueve tantos.

Altuna se vio por detrás 10-12. No solo eso. Ejercía de recadista. Carreras atrás, devoluciones apuradas y jugada inalcanzable. Peor aún. Con el saque en su poder le costaba un mundo llevar la iniciativa, como si hubiera olvidado el tiralíneas en el vestuario. La potencia de los dos brazos de Artola le condenaba al papel menos deseado por todos los manomanistas: defender.

Tuvo el campeón el mérito de resistir, de no dar una pelota por perdida. Ahora bien, el desgaste hacía mella. Agotado en el 11-13 el tercer y último descanso de su cuenta, acudió varias veces a la llamada del botillero para echar un trago de agua y dilató el tiempo entre tanto y tanto.

Artola, dueño del peloteo, seguía a lo suyo y lograba su mayor renta de vuelta del descanso obligatorio del 18: cuatro tantos en el 15-19. Subió el amezketarra al electrónico el 16-19 y una cortada de zurda a los pies del oponente le proporcionó el 17-19. A partir de ese momento decretó que no era hora de remates ni virguerías. Los pinceles del artista, al cajón. Todas atrás.

Iñaki Artola padeció en los siete últimos tantos lo mismo que Jokin Altuna había soportado desde el 10-3. Empataron a 19. El defensor del título estaba vivo y sumó de saque el 20-19. El resto de zurda a bote se marchó fuera. El hasta entonces tricampeón no estaba dispuesto a soltar la pieza. Cinco derechazos seguidos atrás valieron el 21-19 y uno elevado de zurda el definitivo 22-19. Una final intensa, emocionante y espectacular. Un guiño a la historia.